
Erase una vez una joven tranquila que vivía en una ciudad soleada donde todos los días los pajaritos cantaban y el olor a hierba fresca llenaba el aire... hasta que un día decidió plantarle cara a un enemigo del pasado, un miedo insuperado de la infancia y se montó, tras 22 años, en su primera bicicleta.
Algo en su vida cambió, los pajaros menguaron y se metieron en una pequeña campanita acoplada al manillar de su bicicleta y ya no cantaban, rugían feroces canciones de reclamación territorial: "es mi carril, APARTA!!!".
Aquella pequeña niña seguía su vida tranquila, o al menos aparentemente, aunque sufría extraños dolores de cabeza al final del día, pequeños lapsus de memoria, que coincidían con los momentos en los que subía a su angelical bicicleta celeste para desplazarse por su ciudad de colores. Lo que nunca podría sospechar es su desdoble de personalidad, el alter-ego que convivía con ella. En su ciudad la conocían popularmente como la super-regañona sobre ruedas...