Deshecha de sus espinas la rosa
llena de confianza, abrumada por su atrevimiento.
Acariciaba sus pétalos la brisa, mecíase la rosa
temerosa del tosco irrumpir de vientos fuertes,
de la aparición de agentes destructores ante los que,
ahora desprotegida, perecería la rosa.
Sentía la rosa llenarse de vida bajo el sol,
mecida por sus caricias, deleitada por el susurro
cálido y conciliador de su brisa.
Olvidó sus miedos la rosa y entregose a la brisa,
llorándole rocío las mañanas que al despertar
su cuerpo inerte no danzaba a su son,
crujiendo de frío en soledad,
deshojábase la rosa
por no sentir su calor.
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