domingo, 5 de diciembre de 2010

27 amaneceres (parte III)

Y ya vamos por los últimos diez! Hay amaneceres que se quedan grabados no sólo por lo especiales que sean o por resultar novedosos, sino también por mover toda tu bilis y poner en funcionamiento otras áreas de tu vida que normalmente duermen (pero un día despiertan y no necesariamente son siempre negativas)...
- 18. 21-11-2006. Despertar, si es que dormí algo esa noche y no sólo sentir la amargura de tu ausencia definitiva, sino, sentir el ahogo del instinto de supervivencia, cómo apretaba fuerte con sus dos manos enormes mi cuello líquido a fuerza de tanto llanto. Cuando aún no había pasado ni 12 horas del fallecimiento de mi madre, el sentimiento de qué todo tenía que continuar y no puedes dejarte caer, dejar que todo te pase por encima mientras hibernas y rechazas el aliento de vida en tu pecho, es una de las fuerzas más poderosas que jamás haya sentido.
- 19. Francia, Noviembre 2007. Tras varias idas y vueltas para seguir la formación en París, en esta ocasión no cogía el avión de vuelta a casa, sino un tren que me llevaba a Lyon para instalarme allí una temporada. Cuando desperté en París, aquella mañana no sabía explicar de dónde venía aquella sensación de vacío y la dificultad para respirar, ese grito agarrado en la garganta, tan fuerte, que no me dejaba fuerzas para seguir en pie. Más tarde comprendería y volvería a experimentar la respuesta de mi cuerpo a los grandes cambios y a la soledad...
- 20. Change is possible! Fue por el mes de Febrero de 2008, tras un necesario periodo de adaptación, ¡decidí! encontrar mi lugar en la ciudad de Antoine de Saint Exupery. Comprendí mis necesidades, a saber escucharme, a respetarme y no responder a las expectativas y necesidades de los demás (sobre todo de mi jefe que me hizo un tanto difícil la vida allí). Empecé a organizarme en el trabajo y también en mi vida social, empecé a crear lazos necesarios para no morir de frío en la ciudad Alpina... Una mañana de Febrero, me desperté y ¡decidí! acabar con la autocompasión y empezar a crecer. En ayunas, ¡decidida!, como cualquier buen indio, corté mi cabellera (literalmente)
Luego están las mañanas que cada vez que las relato me devuelven el mismo comentario: "eso sólo te pasa a tí" :)
- 21. ¡Violoncellada! En segundo de bachiller, mi último año de conservatorio (de manera oficial), iba a cerrarse con un viaje a Huesca para el primer encuentro de violoncellos del Conservatorio de Huelva. No sabría describir con la ilusión que desperté aquella mañana, de buena hora, preparando cuidadosamente y sin prisas la maleta para salir a las 8 de la tarde. A las 7.50 de la mañana recibo la llamada de mi profesor de violoncello, aún con las legañas en los ojos, Juan me pregunta dónde estoy, que el tren va a salir en 10 minutos y están preocupados por mí... yo le respondo un tanto enfadada que no me haga ese tipo de bromas, que estaba muy nerviosa y no necesitaba algo así cuando aún no había desayunado. Mi profesor sigue con el mismo discurso y me hace escuchar por el teléfono la partida del tren... desesperada me echo a llorar como una magdalena. Al final, todo se solucionó y partí a las 8 de la tarde (como yo había previsto inicialmente) en otro tren, con otro profesor del Conservatorio, que partía más tarde, puntual con mi agenda.
- 22. Otro "jour de l'an" que le llaman en francés, el 1 de Enero de 2008. Mi padre había venido a visitarme a Lyon para empezar el año juntos, con la puerta del Sol en la tele (donde podía sintonizar la primera internacional). Una buena cena y las habituales uvas que compartimos con mi amiga Marion. El amanecer se adelantó aquella mañana del 1 de Enero, antes de las 6 de la mañana, suena el timbre de mi puerta y (no sé por qué) abro. Ante mí un chico desnudo, tan sólo con los calzoncillos, que no atina a enlazar dos palabras y empuja la puerta para entrar. Le cierro en las narices y sigue llamando. Finalmente, se levanta mi padre (en calzoncillos también), le explico lo que ha pasado, y sin quitar el cerrojo, con la puerta entreabierta, le chilla en español (¡claro!) todo tipo de insultos del amplio espectro de palabras mal-sonantes de la lengua de Cervantes, amenazándolo sin parar con llamar a la policía. El chico sigue llamando un rato más y finalmente se va. Mi padre temía que fuese un loco obsesionado conmigo, que quisiese violarme o robarme o vete tú a saber, al final, no resultó ser más que el borracho que despertó a todos los vecinos del número 7 de la rue Parmentier, quizás porque no encontraba su casa y tan sólo quería darle una cama a su resaca. A las 14 de la tarde aún seguían sus ropas tiradas sobre la escalera...

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