miércoles, 28 de mayo de 2014

Rejas

Nunca pensó que se le pudieran poner rejas al cielo. Aquella mañana el aire era pesado y flotaba en la atmósfera una masa de incertidumbre imposible de tocar. Desde la orilla de la playa alzó la vista al cielo y observó aquel pájaro negro (para Paula todos los pájaros eran el mismo, diferentes tan sólo por su color o su tamaño), mientras batía fuertemente sus alas, suspendido en el aire, su vuelo no avanzaba. A su alrededor las personas, casi desprovistas por completo de ropa, parecían ajenas a lo que pasaba. A un lado y otro la gente permanecía plácidamente tumbada al sol, o bien jugando al volley-playa, las palas o tranquilamente chapoteando en el agua. Paula, guarecida bajo su chubasquero rojo, con el pájaro fijado en sus pupilas, volvió su vista al mar. El ruido era atronador y la superficie de las olas cada vez más encrespada la azuzaron a huir. De un gesto decidido levantó el pie del suelo y entendió instantáneamente la quietud del pájaro negro, resignándose a ocupar su sitio de pie en la arena. Decidió calmarse y llenar sus pulmones de aire marino, activó concienzudamente todos sus sentidos para que su respuesta fuera acertada. El aire no le devolvía ni una sola palabra que pudiese entender; la arena huía bajo sus dedos y se renovaba constantemente, todo su cuerpo en pie estaba envuelto en una fina capa, listo para rebozar; el mar daba la impresión de tampoco conseguir avanzar, mientras se notaba claramente como crecía en tamaño y violencia; y su nariz,...¿cómo podía estar en un lugar al aire libre, tan lejos de humos urbanos, a orillas de la playa y no oler nada?, nada, absolutamente nada. Quedó desconcertada por ese vacío pero su respiración hacía tiempo que consiguió aplacar el deseo de huida. Interrumpió su análisis un hombre completamente desnudo y tostado al sol, preguntándole en un claro español donde se cogía el autobús para volver al centro de la ciudad. Paula, como si no consiguiese entender ni una palabra, lo miró desconcertada a los ojos en gesto de disculpa y esta vez sus pies sí le respondieron. Se volvió y decidió a echar el paso hacia la acera donde tenía la bicicleta atada. Salió bañada por una lluvia que caía de punta a modo de cuerdas, dividiendo el cielo y calmando el aire que finalmente,liberó al pájaro que voló a resguardarse al calor de su nido.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Borreguitos en el cielo

Tú siempre decías "borreguitos en el cielo, charquitos en el suelo", desde entonces cuando miro hacia arriba y descubro las nubes amontonadas con textura de algodón, ardó en deseos de calzarme las botas de agua. La sensación es de una quietud infinita porque a ese nivel de empaquetamiento no le corresponde movilidad. Y sin embargo basta tomar dos segundos vista al cielo para descubrir la dirección del viento y sorprender a la nube grande comiéndose a la nube pequeña o a una nube anónima que se estira con elegancia y disimulo hasta alcanzar a la vecina sin molestarla. En estos días, el sol, visto a través de las nubes, se vuelve pequeño y su brillo se parece más al de la luna llena. El aire fresco me recuerda la última vez que amanecimos en un camping y cómo tu presencia acallaba los miedos a ser comida por una gran nube...