lunes, 19 de octubre de 2020

ABUNDANCIA

La abundancia y el merecimiento han sido conceptos muy complejos y ajenos para mi ya que uno de los valores que considero más elevado es la humildad y mi mente asociaba humildad con escasez y resignación (de las que se acompañan con una sonrisa, sin envidia). Al ver escrito “abundancia” junto o sobre un bello mandala o un árbol de la vida, lejos de resonar con su belleza, algo en mí chirriaba. Podía vislumbrar el poder de la palabra pero a mi mente acudían como un reflejo imágenes despiadadas de egoísmo, codicia y materialismo infame. Me resulta refrescante y atrevido pensar ahora que la abundancia proviene del cuidado y la generosidad. En palabras del autor Antoine de de Saint Exupéry “el amor es lo único que crece cuando se reparte”. A más quieres o de más amor te rodeas, mayor es tu capacidad de amar y de poner amor en tu vida, en tus palabras y actitudes, en esos momentos que sientes vibrante la felicidad y muy especialmente en los que no, en los momentos inestables o incómodos. El amor puede cambiar cualquier paradigma y crear puentes entre ruinas. En esos momentos mágicos de felicidad en los que podríamos estornudar confetti, parece que ocupas tu cuerpo por completo, incluso más allá de la piel. Los sentidos parecen amplificados y, como en el horizonte se difumina la línea entre el cielo y el mar, tu piel se funde en el aire y tu vibración dorada se confunde con la calidez del sol. Vuelvo a la tierra, punto cero, tumbada en el suelo tomando consciencia de cómo yace mi cuerpo, observando sensiblemente cómo es mi huella acostada: ¿Qué sensación tengo de eje? ¿Cual es la sensación de volumen en mis extremidades, en mi pecho y mi vientre? ¿Tienen la misma presencia mi lado derecho e izquierdo?, ¿reposan de forma similar? ¿Siento alguna molestia?, ¿alguna parte de mi cuerpo se resiste a dejarse caer? La primera vez que pones atención a sentir el contacto, es casi abrumador la cantidad de información que ignoramos de nuestro cuerpo y lo contradictoria que parece con nuestra autoimagen y nuestra percepción de nosotros en movimiento. Es muy común querer acoplar esa imagen a nuestro ideal: un eje bien alineado, con simetría y apoyos amplios y ese “hacer” para “normalizar” aumenta aún más la tensión existente lejos de equilibrarla. Todas esas particularidades asimétricas y torcidas son expresión de una verdad física en un momento determinado, como una foto. La acción que nace del juicio no ayuda a restablecer el equilibrio sino que aumenta la incomodidad. Cuando la acción parte de la conciencia y el respeto a lo que hay, a lo que soy, el cuerpo muestra caminos nuevos para expandirnos, podemos estirarnos o encogernos, torsionar nuestro cuerpo o alinearlo con la imaginación pero sin querer atrapar o imitar una imagen sino anclados a la sensación gozosa del movimiento auténtico y personal, mi forma de expresarme hoy. Ahí viene la felicidad sin buscarla, y si vuelves a testar tu huella acostada, aflora la abundancia. La abundancia del ser confiado, ocupando todo el espacio, empujando la piel para ser más plenamente, para enriquecer tu aliento con la atmósfera que te oxigena generosamente. Encarnas la felicidad, tu cuerpo se rinde al suelo sin nada que aguantar ni esfuerzos superfluos y se expande, puedes respirarte plenamente e incluso respirar toda la casa y más allá de las ventanas (el límite lo pone la mente). Describo esta experiencia para ilustrar cómo una actitud confiada, centrada en el ser y mi realidad sentida en cada momento, me brinda apertura a la relación y comunicación auténtica. No es una vivencia sublime ni de éxtasis, todos podemos rescatar momentos de vida donde el brillo de nuestros ojos nos envolvía de ese amor y otros, incluso esos otros anónimos, han sentido la ola de nuestra presencia vibrante; esos días que te ha emocionado el azul del cielo y has sentido cómo la brisa te acaricia y susurra tu nombre...Vibrando en amor, soy más consciente de lo grandioso, de cómo la vida se expresa suculenta y sin remilgos, con fuerza, con seguridad. Conocer y ofrecer generosamente tus dones, irradiar tu luz es un acto de amor. Sentir que mereces ser feliz, vivir desde la abundancia hace crecer la vibración de amor del mundo. La felicidad acerca y es inclusiva, te hace sentir en comunión con la vida que te rodea, sientes encajar tu melodía viva en la sinfonía de las estrellas

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