martes, 20 de octubre de 2020

mareas

    “La pulsación inherente de la vida desciende hasta el nivel celular. El cuerpo es un campo unificado. La pulsación se expresa de manera general a través de todos los fluidos del cuerpo", a lo que el doctor Sutherland llamó marea.
    En las noches de verano solía escaparme a contemplar el mar, desde lejos, sentada, sin distinguir la línea entre el cielo y las olas, hasta ser capaz no sólo de observar el baile sino formar parte de él ; sentir cómo es la misma fuerza la que sostiene el vaivén del mar y mi propia marea. Acompasar y mecer nuestras aguas presas del influjo de la luna y la acogida de la tierra. Ser. 
    En el cuerpo el ritmo o velocidad es el principal rasgo que diferencia unas capas de mareas de otras. Un primer nivel superficial relacionado con los tejidos corporales; la marea media correspondiente a la expresión de la potencia que organiza nuestra salud, y la marea larga, que es nuestra conexión con el Aliento de Vida mismo. Igualmente en el ser humano también dividimos en tres los niveles de conciencia , quien sabe si influido por su relación con nuestras mareas… 
    Siempre he admirado y amado la fiereza e imprevisibilidad del mar, la capacidad de construir y destruir con total impunidad, sin pausa, el ritmo que no se detiene, el pulso de la vida. En esos días en que el mar está “revuelto”, me acerco atrayendo hacia mí la calma, dispuesta a jugar pero con un respeto infinito y en silencio, con la atención bien despierta y a la escucha. Entro de frente y nunca le doy la espalda, luchando con su furia o dejándome atravesar y arrasar por ella, honrando su poder, agradeciéndolo. En el encuentro, siento mi poder y expreso mi fuerza vívamente. 
    Y la calma, el silencio activo y vivo, de las aguas en espejo. La simple contemplación, expande nuestra respiración y hace más porosa nuestra piel, nos vuelve más agua. Como en el mar, a veces bajo nuestra quietud pueden latir remolinos, hay partes de nosotros que sólo expresan una resaca infinita, que no consiguen alcanzar la orilla. Y nuestra fuerza (nuestro potencial de salud) se ve limitada, o sin foco, y está bien, es un estado; más al fondo, sigue el pulso constante, tranquilo y anclado a la vida, la marea larga. 
    El modo que tiene el Aliento de Vida de transmitirse a cada organismo vivo es nuestra marea madre o marea larga. Es transpersonal, está más allá del individuo. Nos mantiene conectados a la fuente. Podemos no entenderlo racionalmente pero tenemos la oportunidad de mirar al horizonte en la playa e integrarlo sin necesidad de palabras, sentir el silencio tras el rugir de las olas, la quietud infinita que se advierte dentro del incesante vaivén. Esa monotonía y presencia imponente, intensamente viva y reconfortante.

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